Ensayo

28.06.2012 00:00

Los Hornos De Hitler
El presente ensayo es un testimonio, de una sobreviviente de los campos de concentración Nazi de Auschwitz y Birkenau. Nombres de no grata memoria pues resumen quizás, el punto más bajo de la crueldad y el fanatismo humano. Si la realidad se impone sobre la fantasía, resulta estrujante la profunda oscuridad que puede esconder el alma humana. La doctora Olga Lengyel escribe sus experiencias en los nombrados campos de exterminio desde su llegada, hasta la liberación. Sus detalladas descripciones comprenden en su totalidad el libro. Su intención es compartir su experiencia para que el futuro, no nos tomé por sorpresa.

Principalmente con la introducción tratare de explicar las causas y motivos por la que un loco psicópata enfermo de poder (Adolfo Hitler) somete y llena a casi todo el mundo de terror por cumplir su propósito, la existencia de una sola raza superior (la raza aria).

Hitler era hijo de un aduanero austríaco, se quedó huérfano cuando todavía era muy joven. Se trasladó a Viena en 1905, para hacer estudios artísticos; el tiempo que estuvo en esta ciudad, en la que los dirigentes municipales mandaban con ideas racistas en contra de los judíos, fue muy importante en su vida. En 1912 se fue a vivir a Múnich. En 1914 se alistó en el ejército bávaro, en el que fue cabo; en la I Guerra Mundial lo hirieron, y sufrió daños en los ojos provocados por los gases que fueron novedad en esta guerra. Por estos daños, se le condecoró con la cruz de hierro.
Gottfried Feder, lo puso en contacto en julio de 1919 con un partido político de extrema derecha, dirigido por Drexler. En poco tiempo, ya era miembro del comité de directores, y redactor del semanario del partido. Tiempo desees elimino a Drexler volviéndose el líder del partido y cambiándole el nombre a Partido nacionalista alemán del trabajo.
Hitler creó las S.S. para contrarrestar a las S.A. de las que desconfiaba.

Cuando en 1943 un comandante alemán, quebrado por su conciencia, el alcohol y la sed de compañía, le habló sentado en el living de su propia casa en Cluj (actual Rumania), de eufemismos como tratamiento especial, liquidación, experimentación y solución final, con los que los nazis aludían a horrorosas muertes, Olga Legnyel no le creyó. No pensó que pudiera existir una maquinaria tan perfecta y aceitada para matar a millones. Supo que estaba equivocada cuando ya era tarde. Al enterarse de la deportación de su marido, el doctor Miklos Lengyel, para “trabajar en un hospital en Alemania”, decidió acompañarlo junto a sus hijos y sus padres. Recién cuando los subieron a todos a los vagones hacinados que los llevarían a Auschwitz entendió su error. Suyo fue en 1947 el primer testimonio de un sobreviviente de Auschwitz-Birkenau, y se llamó Las cinco chimeneas. En México lleva más de 60 ediciones, en Argentina acaba de publicarse por primera vez.Descripción: https://carteleradehistoria2.wordpress.com/wp-includes/js/tinymce/plugins/wordpress/img/trans.gif

Las cinco chimeneas eran los hornos crematorios de Birkenau en los que se quemaban los cuerpos de millones, incluidos los hijos de la autora. Los eufemismos eran la norma para referirse al exterminio de judíos. Incluso por parte de los mismos judíos: las compañeras de cautiverio de Lengyel llamaban “panaderías” a los hornos.

Con el pasar de los años los eufemismos se dejaron atrás, y en sus siguientes reediciones en múltiples idiomas el libro de Lengyel pasó a llamarse Los hornos de Hitler. Menos poético, pero mucho más claro.

Allí, se podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada media hora, y 17. 280 cadáveres cada 24 horas. A ellos se sumaban los casi 8 mil muertos que todos los días eran enterrados en fosas comunes. En total, los nazis producían alrededor de 24 mil cadáveres por día.

El valor literario de Los hornos de Hitler no desentona con el incalculable valor testimonial del libro. El drama de la autora-protagonista colabora con el dramatismo de la historia. Desde la desacertada decisión de acompañar a su marido, con toda su familia, hasta el colosal error de decir que su hijo era menor de edad para evitarle los trabajos forzados –los que no podían trabajar eran asesinados–, hasta su trabajo en la enfermería, la propuesta de cambiar sexo por animales y la resistencia y los pequeños gestos de humanidad en medio de la degradación más absoluta. “Cuando un libro que ofrece un testimonio tiene además un valor estético dice más acerca de la complejidad del tema, porque la búsqueda formal en el decir deja más al descubierto en este caso lo imposible del relato”, explica la poeta y crítica literaria argentina Sara Cohen, quien ha reflexionado sobre algunos testimonios.

Para Jennifer Lemberg, coordinadora de la Memorial Librarycreada por Lengyel en Nueva York, la estética importa porque es otra herramienta que ayuda a recordar. “El libro de Olga sigue teniendo un profundo impacto debido a que fue escrito poco después de la guerra, proporciona una mirada cruda de la experiencia de las mujeres en los campos”, asegura Lemberg.

Es extraño, sin embargo, el desconocimiento generalizado que existe sobre el libro entre los estudiosos del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial en Argentina. Para Mario Feferbaum, presidente delMuseo del Holocausto en nuestro país, el “olvido” del libro de Lengyel se debe a que la explosión sobre la “temática” fue recién en 1960, cuando el ideólogo de la solución final,Adolf Eichmann, fue secuestrado por los agentes de la Mossad en la provincia de Buenos Aires.

El de Lengyel comparte algunos rasgos característicos con testimonios imprescindibles, como Si esto es un hombre , de Primo Levi. La culpa por sobrevivir, por no haber sabido evitar llegar a los campos o no haber hecho lo suficiente para salvar a otros, son algunos de ellos.

Olga Lengyel era rumana y médica. Sobrevivió a la muerte de su marido, sus hijos y sus suegros. En Auschwitz trabajó en la enfermería y colaboró en la rebelión que destruyó uno de los hornos crematorios.

Einstein le dijo a Lengyel: “usted ha prestado un verdadero servicio al permitir que hablen los que ya están silenciados y casi olvidados”, omitió decir que el servicio también se lo prestó a la literatura.